William Blake es considerado por algunos como el artista más importante de Gran Bretaña. Es reconocido no solo como pintor y grabador, sino también como poeta.
Blake provenía de una familia religiosa y se cree que pertenecían a una secta que seguía las enseñanzas del teósofo Emmanuel Swedenborg. A los 9 años de edad tuvo una de sus primeras visiones, en la cual afirmaba haber observado un grupo de ángeles sobre un árbol. Las visiones nunca cesaron y a lo largo de su vida Blake sostenía conversaciones con santos, profetas y con el espíritu de su hermano Robert.
Aunque parezca paradójico, William Blake llevaba una vida aparentemente normal: estaba casado, hacía negocios, y tenía algunos amigos que trataban de patrocinar su arte. Al mismo tiempo, su interés por lo esotérico y lo místico, hizo que sus contemporáneos lo consideraran un trastornado y que su obra tuviera poco reconocimiento, de hecho, la única exposición que hizo en vida fue a los 52 años, en la casa de su hermano en Golden Square, en el Soho, pues no tenía dinero para alquilar un local.
Recordemos que William Blake fue contemporáneo de John Locke, Francis Bacon e Isaac Newton, y por supuesto, estaba en la orilla opuesta a la de estos genios, tan comprometidos con el mundo racional. Para Blake ellos no eran más que repugnantes materialistas que conformaban una triada satánica. Incluso pintó a Newton agachado y sosteniendo un compás, con la mirada fija en el suelo, incapaz de ver con el ojo espiritual, encerrado en el mundo material.
Tuvieron que pasar varias décadas para que William Blake llegara ocupar el lugar que merecía en la historia del arte. La Hermandad Prerrafaelita, en especial Dante Gabriel Rosetti, comenzó a fijarse en su obra y a tomarla como inspiración. El paso del tiempo ha hecho justicia con Blake, reivindicándolo no sólo como artista sino también como poeta. En el siglo XX el grupo The Doors tomó su nombre de uno de sus versos: “Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”.
La obra de Blake vuelve difusas las fronteras entre la poesía, la mística y el arte, entre la realidad y la imaginación, creando una mitología personal que sigue asombrando a las nuevas generaciones a lo largo de los siglos.
